La mitología griega en general está repleta de relatos que han sido contados desde hace siglos, y siguen siendo contados aún en la actualidad.
Sin embargo, entre tantos, algunos destacan más que otros por la historia tan interesante que logra atrapar a cualquiera a primeras.
Si te genera interés o te gusta directamente este tipo de narrativa, entonces debes conocer los siguientes mitos cortos griegos:
Medusa: no es la villana del cuento
Medusa es un personaje de la mitología griega que ha sido catalogada como la villana del cuento injustamente. Aunque existen varias versiones con respecto a la historia del origen de Medusa, la más conocida nos explica que se trataba de una hermosa mujer de Atenas que se desenvolvía como sacerdotisa para Atenea.
Por su juventud y su belleza, Medusa era una mujer que contaba con muchos hombres que mostraban interés por ella. Pese a que eso resultaba algo frecuente, Medusa no solía caer fácilmente en los cumplidos que éstos le hacían. Sin embargo, el deseo de un Dios pudo más que su voluntad.
Poseidón, el Dios de los mares, se enamoró de Medusa con solo mirarla. Por esa razón, decidió tomarla en contra de su voluntad, raptarla y llevarla con él al templo de Atenas donde, de hecho, abusó de ella.
En vista de lo ocurrido y sin saber el contexto correcto, Atenea se enfureció con Medusa a tal punto de maldecirla por sentir que había insultado su templo, haciendo que su hermosa cabellera se convirtiera en serpientes amenazantes y condenándola a que cualquier hombre que la mirara a los ojos, se convirtiera en piedra.
Medusa, quedó así para siempre. Su maldición la convirtió en una criatura mala y descontenta. Es por esto y por el odio de Atenea hacia ella, que un día mandó matarla.
Allí es donde Perseo hace acto de presencia y efectivamente entra a su guarida para cazarla, pelea con ella sin verla a los ojos, pero Medusa ve su reflejo en el escudo de Perseo.
Perseo logra matar a Medusa, cortarle la cabeza y luego llevarla a manos de Atenea quien la utilizó como punta de su arma llamada égida.
Prometeo: un castigo eterno
Dentro de las historias de la mitología griega, la de Prometeo es una de las más conocidas, pues Prometeo era considerado el protector de los hombres, dado que muchas veces burló la autoridad de Zeus para ayudar a los mortales.
Se dice que Prometeo era un titán al que se le otorgó la importante tarea de crear a todos los animales del mundo y también a los humanos. Todo esto, con la ayuda de su hermano Epimeteo.
Zeus, era conocido por ser un Dios demandante que solía castigar a los mortales con crueles soluciones para que éstos mejoraran su comportamiento. Un día decidió dejarlos sin la existencia del fuego para que su vida fuese más complicada al no tener como calentarse o como hacer su comida.
Esto hizo difícil la cotidiana sobrevivencia de los mortales. Ante esta situación, Prometeo decidió engañar a Zeus robando el fuego del Olimpo.
Prometeo se adentró al Olimpo hasta encontrar el carro de Helios (quien poseía el fuego) y con una caña larga, tomó la bola de fuego y la llevó directamente a los mortales para que éstos pudieran nuevamente calentarse, comer y tener luz durante las noches.
Como siempre, Zeus se enteró de lo ocurrido y se enfureció gravemente con Prometeo. Por tal acto, lo castigó a ser encadenado para siempre al pie de un monte de montaña llamado Caucaso en el que (por el resto de sus días) un águila acudiría a comer su hígado.
Esto era posible porque durante la noche el hígado de Prometeo volvía a crecer y así el águila tenía siempre qué devorar. Y, debido a que era uno de los titanes del Olimpo y por lo tanto, era un ser inmortal, este fue su castigo por toda la eternidad tras haber querido ayudar a los mortales.
Calisto: la Osa Mayor
Calisto fue una mujer condenada a vivir siempre bajo la figura de una osa, porque Hera (la esposa de Zeus) se encontraba celosa por haber estado con Zeus, aunque todo fue parte de un engaño.
Zeus sentía gran atracción por Calisto, quien era la doncella de Artemisa. Fue por ello que se aprovechó de sus poderes para convertirse en la copia más fiel de Artemisa y así engañar a Calisto para que estuviesen juntos y lograr poseerla.
Calisto cayó fácilmente en la trampa de Zeus. El fruto de esta unión fue la de un hijo del que Hera conoció su existencia, y fue por ello que se enfureció tanto con Calisto que la condenó a vagar para siempre bajo la figura de una osa.
El hijo de Calisto y Zeus, era uno de los dioses del Olimpo, que creció y se acostumbró a cazar en los bosques. Justo aquí, el destino de Calisto se hizo más difícil pues, un día vagando por el bosque, se encontró con un cazador, su hijo, quien le daría muerte.
Al observar aquel episodio, Zeus rápidamente actuó llevando a Calisto (transformada en osa) a los cielos en su punto más alto, convirtiendo por lo tanto a Calisto en lo que todos conocemos como la constelación de la Osa Mayor.
Mirmidones: repoblando la isla de Égida
“Los mirmidones” es el nombre dado a un reconocido pueblo de la antigua Grecia, que era popular debido a que contaba con grandes guerreros. Este nombre tiene razón por la leyenda en la que se cuenta los hombres que la poblaban eran provenientes de las hormigas, de hecho, la palabra “mirmidón” podría traducirse como “hombre hormiga”.
Se hace evidente entre los mitos griegos que, Zeus fue amante de muchas mujeres, y este caso no es la excepción, pues la leyenda cuenta que se trató de Égida, una ninfa con la que mantuvo relaciones a escondidas, y para demostrar su amor y devoción, Zeus le colocó su nombre a una isla.
La vengativa esposa de Zeus, Hera, al enterarse de que Zeus había nombrado a esta isla como se llamaba aquella ninfa con la que mantuvo relaciones a sus espaldas, se llenó de odio y decidió maldecir a todos los habitantes de la isla haciendo que una plaga acabara con la mayor parte de quienes allí hacían vida.
Su rey, Éaco de Egina, fue una de las pocas personas que logró sobrevivir a la plaga. Se encontraba tan desolada y triste su isla, que comenzó a pedir desesperadamente a Zeus que le ayudase a repoblarla tan pronto como fuese posible.
Éaco rezó tanto, que mientras lo hacía se percató de que un árbol lleno de muchas hormigas había sido iluminado por los rayos del sol. Él lo tomó como una especie de señal y a la vez le surgió una idea. Le pidió a Zeus entonces que su isla tuviese tantos habitantes como hormigas había visto en ese árbol.
El rey Éaco se quedó dormido mientras continuaba rezando y llegó a soñar que las hormigas que había visto se convertían en personas. Al despertar, su deseo y su sueño se habían cumplido, ya que de nuevo Égida estaba poblada con muchos habitantes.
Afrodita: naciendo de la espuma del mar
La historia de Afrodita en la mitología griega es un caso muy particular. A diferencia de otros dioses, Afrodita no tuvo un nacimiento normal. Al nacer ya era una completa adulta y en vez de gestarse del vientre de una madre, Afrodita se originó de la espuma del mar.
Todo comienza con la madre tierra (llamada Gea), quien dio a luz por su cuenta a Urano, quien luego pasaría a ser lo que conocemos como los cielos y también el padre de sus múltiples hijos.
Urano acostumbraba a matar a sus propios hijos por temor a que lo destronaran como el Dios de los cielos. Uno de ellos, fue el conocido Cronos, quien bajo la autorización y ayuda de Gea, le cortó los genitales a Urano. Luego, Cronos pasó a ser el Dios de todos los dioses del Olimpo.
El resto de los genitales de Urano, cayeron al mar. Ellos al unirse con el agua salada (sangre y semen) formaron una espuma blanca que daría por fruto a la Diosa del amor, la sensualidad, el deseo y la belleza, Afrodita.
De hecho, su nombre, proviene del griego “aphrós” que podría traducirse como “surgida de la espuma” y de allí, igualmente proviene la creencia de que efectivamente Afrodita nació de la espuma del mar.
Narciso: un amor no correspondido
De la historia del origen de narciso, proviene la conocida palabra “narcisismo”, la cual se refiere a esa autovaloración excesiva que puede tener una persona de sí misma respecto a sus cualidades, habilidades y aspecto físico.
En su historia mitológica, se dice que Narciso era el hijo de Cefiso y de Liriope, un hombre muy guapo, de gran belleza y posición muy admirado tanto por hombres como mujeres.
Cuando nació, el adivino del pueblo (Tiresias) le reveló a sus padres que el niño viviría muchos años siempre y cuando no viera su propio reflejo, pues esto lo llevaría a la condena de la muerte.
Narciso, admirado por todos y todas, era un hombre que se hacía muy engreído, precisamente por la admiración que todos tenían hacia él. De hecho, su autovaloración y estima, lo llevaban a desestimar todo lo que podían hacer los demás.
Un día, la ninfa llamada Eco, fue víctima de las apreciaciones del engreído Narciso. Un hombre que la acompañaba, llamado Aminias, decidió luchar a muerte con Narciso, a cambio de su espada.
El ganador de esta batalla fue Narciso. No obstante, antes de morir, Aminias conjuró la espada rezando a la Diosa de la venganza (Némesis) que Narciso sufriera al experimentar el amor no correspondido.
Esta maldición se llevó a cabo cuando Narciso se acercó a un estanque a beber agua y observó su propio reflejo, enamorándose perdidamente de él mismo y haciendo que cayera a la profundidad de las aguas, y muriera ahogado tras buscar ese reflejo propio del que se había enamorado.
Tiresias: transexual y clarividente
La historia de Tiresias es una de las más interesantes dentro de los mitos griegos, puesto que incluso en la era de la antigua Grecia, se observaban ya casos de ‘transexualidad’ y el de Tiresias justo es uno de ellos.
Además de haber experimentado esa transición, Tiresias también fue dotado con el don de la clarividencia, lo que lo hizo ser uno de los videntes más reconocidos y consultados por grandes héroes de la antigua Grecia, a quienes les daba predicciones respecto a sus batallas.
El mito con respecto a Tiresias nos dice que su clarividencia y transexualidad proviene de la anécdota en la cual se cuenta que, caminando cotidianamente un día por un monte, se encontró con dos serpientes que estaban copulando (en pleno acto reproductivo).
Tiresias, al encontrar esto como inadecuado, intentó separarlas utilizando la vara que llevaba consigo, ocasionando que la hembra muriera, pero dicha acción (impedir el transcurso de la naturaleza) le ocasionó una maldición inmediata con la cual viviría – en principio – por ocho años.
El resultado de este acto fue ocasionar que Tiresias viviera bajo el cuerpo de una mujer por haber matado a la serpiente hembra. Durante ocho años, Tiresias debía vivir así, hasta que se encontrase de nuevo con la escena de las serpientes en cópula.
Ante ello, debía elegir qué hacer, por supuesto, esta vez decidió matar a la serpiente macho para así volver él a su sexo de nacimiento, es decir, a ser un varón.
Muchos años después de ocurrido esto, los dioses Hera y Zeus estaban teniendo un debate relacionado al nivel de satisfacción que podían tener un hombre o una mujer al momento del acto sexual, por lo que Tiresias fue el elegido para emitir su opinión al respecto y sacarlos a ellos de dudas, pues había vivido y experimentado bajo ambos sexos.
Tiresias opinaba que la mujer era la que obtenía mayor placer sexual, respuesta que molestó tanto a la Diosa Hera por haber revelado el secreto, que ésta decidió maldecirlo y hacerlo ciego, a lo que Zeus no podía hacer acto contrario, sino simplemente compensarlo con el don de la clarividencia.
Pandora: abriendo la caja de sorpresas
Es común escuchar aquella expresión “abrir la caja de Pandora es abrir una caja de sorpresas” (o alguna otra de sus variantes) y seguramente son pocos los que la relacionan con alguna de las historias de la mitología griega, y sí, la historia de la caja de Pandora tiene sus orígenes en la antigua Grecia y su mitología.
Dicha expresión se asocia (hipotéticamente) a la apertura de una caja que puede contener sorpresas con diferentes sentidos. Sin embargo, al conocer la narrativa se comprende que se asocia más bien a la apertura de una caja en la que se encuentran los males que dañan al mundo.
La mitología nos dice que Zeus ordenó a Hefesto crear a Pandora como la primera mujer humana que estaría dotada de muchas de las cualidades que poseían los dioses, entre ellas, Pandora tenía la capacidad de seducir, mentir, ser curiosa y provocar.
Con la creación de Pandora, Zeus buscaba vengar las acciones de Prometeo de proteger a los mortales de los males del mundo. Dentro de su destino, estaba el de casarse con Epimeteo (el hermano de Prometeo) y el de hacerle llegar una caja que no debía ser abierta nunca.
No obstante, Pandora, dotada con la cualidad de la curiosidad, decidió abrir la caja un día. Para su sorpresa ocasionó que saliera lo que contenía la caja, es decir, los males que dañarían al mundo (la envidia, la avaricia, la mentira, entre otros).
Cuando Pandora notó que en la caja estaba todo ello, decidió cerrarla, más, ya era tarde, pues todos los males se habían repartido por el mundo.
Aunque algo positivo quedaba en ella y era ‘la esperanza’ tomándola para repartirla a todos los hombres del mundo y así ayudarlos a soportar los males y aprender de ellos.
Sísifo: subiendo la piedra para siempre
Sísifo era un hombre inteligente, avaricioso, muy astuto y manipulador que se desenvolvía como rey de Éfira (que actualmente se conoce como Corinto). Cuando alguien se quiere referir al precio del engaño, la avaricia y la manipulación utiliza la historia de la mitología de Sísifo.
Cuenta la leyenda mitológica que Sísifo, rey de la región de Éfira, tentó un día a su ambición provocando la fuerte ira de Zeus. El rey Sísifo habló con Asopo (un hombre influyente) diciéndole que Zeus había raptado a su hija Egina, todo esto a cambio de que Asopo le proporcionara fuentes de agua dulce para Éfira.
Ante tal acusación, Zeus ordenó a Thanatos (el Dios de la muerte) que se llevase a Sísifo al inframundo. Aun así, tal era la capacidad de astucia de Sísifo, que invitó a Thanatos a una cena, en la que el Dios de la muerte terminó engañado y encadenado a una celda.
Esto ocasionó que no se produjesen más muertes y el Dios Hades enfureciera. Con ayuda de Ares, el Dios Thanatos fue liberado y Sísifo llevado de nuevo al inframundo.
Antes de ser llevado de nuevo al inframundo, Sísifo le había ordenado a su esposa que al momento de su muerte no le realizara ningún tipo de ceremonia o funeral. Sísifo aprovechó la situación para pedirle a Hades que lo dejara volver a su vida para que su mujer pudiera rendirle los honores como debía ser.
Hades aceptó la petición de Sísifo, lo devolvió a la vida y le ordenó que regresase al terminar lo que requería. Sin embargo, Sísifo jamás regresó por voluntad propia; sólo lo hizo cuando le llegó su hora de muerte nuevamente.
Ante tales actos, los dioses Hades y Zeus decidieron condenar a Sísifo por el resto de la eternidad a subir a una piedra enorme por una cuesta alta de una montaña, hasta su cima.
La cima de la montaña era tan pequeña y la roca tan grande, que al llegar a ella se caía nuevamente, bajando por el otro lado de la montaña. Sísifo tendría que subirla de nuevo como un ciclo sin fin y como constante castigo por haber burlado la confianza y el honor de los dioses del Olimpo.
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